“Buscamos insaciables
lo sincero de nosotros,
la facción incorruptible,
lo que es sólido en todos”
Fragmento de “Dos cristales”- La oreja de van Gogh
La naturaleza da lo mejor de sí en todo momento, las plantas, árboles y flores han venido a este mundo a crecer, desarrollarse, dando lo mejor de sí, expandiendo su aroma y cuando llega su fin, desaparecen. Hacen todo eso sin que nadie se fije en ellos, no les importa si les miran o no, si son juzgados o incluso aniquilados, dan lo mejor de sí.
¿Y tú das lo mejor de ti?
El ser humano nace conectado con su ESENCIA, su SER. Con el transcurso del tiempo y los procesos de educación e inmersión en la sociedad, ese Ser va quedando “envuelto” en múltiples capas como las de una cebolla. Se cubre de creencias, valores, temores, mandatos, juicios y prejuicios sobre lo moral y lo inmoral, lo correcto y lo incorrecto. Va quedando escondido, capa tras capa de vivencias y experiencias que a veces conduce a una sensación de vacío e insatisfacción que acompaña a muchas personas en su edad adulta.
¿Por qué no escondemos para el mundo? ¿Dónde guardamos lo sincero de nosotros?
¿Somos sinceros con nosotros mismos?
Para que nuestra vida tenga un sentido pleno es necesario comunicarse con honestidad con el yo que todos tenemos dentro. Esta sinceridad se fortalece cuando estamos alineados en pensamientos, palabras y acciones. Ser sinceros con nosotros mismos implica escucharnos, clarificar nuestros objetivos y lo más importante no juzgar nuestras acciones, pensamientos o emociones.
La sinceridad con el Ser es una liberación, ya que uno deja de intentar ser otra persona, es aceptación de lo que somos. Dejamos de estar divididos entre dónde estamos y dónde nos gustaría estar, eliminamos la tensión entre el aquí y el allí.